Ideario

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Por Azu Macías

Y me cortaron la luz… me dice una vecina, más tarde regreso a casa para descubrir que ¡me han cortado el agua! Gritos ahogados son los que acumulan en el interior de la garganta, la mente y las entrañas todas esas veces que dejamos de escuchar a nuestro ser, ese el de adentro, una voz sabia que generalmente es honesta y nos dice qué es lo correcto para nosotros, lo que quiere hacer, con lo que se sentiría mejor, pero encuentra oídos sordos y se va haciendo más queda hasta que el ensordecedor ruido del afuera nos impide escucharla.

Es bastante sencillo en realidad, la vida actual es vasta en distracciones: trabajo, vida social que ofrece múltiples opciones dependen del gusto (y del bolsillo), obligaciones personales, necesidades de los hijos y ahora también nos encontramos cada 4 minutos con el resplandor de estas pantallas que nos mantienen día a día sometidos a casi todos a sus múltiples distractores con los que recibimos pequeñas dosis de dopamina (esa sustancia encargada de hacernos sentir bien).

“Todo lo que pueda arreglar hoy lo dejaré para mañana” dice esa canción de uno de los grupos estruendosos que disfrutaba tanto hace una década, ahora me deja reflexionando cuántas cosas de las que en nuestra vida parecen mala suerte solo han sido producto de una voz ahogada, de la voz que sabe qué tiene que hacer y que preferimos dejar sin escuchar mientras decimos: cinco minutitos más y al despertar tomamos el móvil para perdernos en su deslumbrante pantalla que al final nos hace salir corriendo de casa.

Lo que parece mala suerte la mayoría de las veces es el resultado de una mala elección, de un aplazamiento, de una voz interna que no escuchamos, al final de cuentas es todo lo mismo, finalmente al aplazar uno está eligiendo ¿cierto? Elige dejar para después, elige dejar que se acumulen asuntos, elige gastar ese dinero en lugar de pagar una cuenta, dejar pasar el ruido del coche, no hacer aquella llamada al banco, iniciar la dieta, salir a caminar (ahora sí), dejar el “lo siento” guardado en el baúl para después o el “te amo” y por qué no también el “ya no te soporto más”. A esto se le llama: procrastinar.

Es esa elección de dejar las cosas para después y que se va acumulando con un efecto de bola de nieve con sus respectivas consecuencias; analizando muchas de nuestras batallas diarias tienen que ver con una elección aplazada: la de salir cinco minutos antes, pagar la cuenta a tiempo, decir a tiempo, arreglar a tiempo. No está todo perdido, generalmente siempre sabemos lo que deseamos, lo que nos haría sentir mejor (no más placer sino mejor), es una invitación a escuchar a nuestra voz interna más seguido, a hacer silencios en el ajetreado día, a saber que uno puede encontrar las respuestas, la organización y la claridad para ir haciendo funcionar la vida sin dejar (tanto) para después y evitarnos sentir que tuvimos mala suerte con la luz, con el agua, con el coche, con la familia, con el amor… con la vida. ¿Últimamente ha tenido mala suerte o solo ha procrastinado? Espero que nadie nos corte la luz, la interna.