Ideario

Por Azu Macías

El odio sustituye a lo que alguna vez llamamos amor… con tal de no dejar solo el espacio. El odio parece ser la otra cara de la moneda, pero al fin de la misma moneda que seguimos sujetando con tal de no renunciar a una historia, de ponerle punto final.

Cuando los sentimientos negativos prevalecen nos indican entonces la necesidad de seguir teniendo un lazo con aquella persona. He podido observar esto muchas veces en mi quehacer profesional, en que con tristeza veo el dolor que padre y madre traen consigo al separarse y que para no sentir transforman en el enojo que los mueva contra el otro en insultos, agresiones, falsos testimonios, intentos de quitar la custodia patria potestad, convivencias y cuantos recursos legales estén disponibles y que hagan sentir al menos por un momento algo de la justicia que la progenitora en su interior requiere, conduciendo a toda la familia por caminos harto desgastantes emocional y económicamente.

Evidentemente muchos de esos procedimientos son necesarios y es nuestro derecho ciudadano ejercerlos, pero en el consultorio he podido observar cuan lastimados están todos con las disputas, pues cuando las separaciones de pareja no se han trabajado emocionalmente no ayudan a mejorar la situación por la que ambos en primer lugar quisieron separarse, sino que la perpetua o la empeora.

El odio mantiene lazos, sanar la herida es soltar, aceptar que el otro no fue lo que desee, lo que esperé y que por diversas circunstancias esta pareja no logró funcionar junta; es renunciar a las múltiples posibilidades del futuro que había formado en mi interior, dejar las ganancias que la unión me daba porque por más mal que puedan estar las cosas hay algún tipo de ganancia como: no hacerme responsable de mi propia felicidad depositando esa responsabilidad en un otro.

Las relaciones no siempre funcionan, con hijos y sin hijos es un hecho que siempre duele, que genera enojo con el otro, con nosotros mismos, con la vida y sus circunstancias, pero trascender el enojo es el siguiente paso para poder contactar con el vacío que todos esos sueños no cumplidos dejan, por nuestro bien y aún más por el de los hijos cuando lo hay.

Liberar al otro de mi enojo es dejarlo ir y con ello liberarse uno mismo y a los hijos del dolor de la separación asumiendo que «el mundo es redondo y cualquier parte que pueda parecer el fin puede ser en realidad un nuevo principio» Ivy Baker Priest.

 

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