Por Azu Macías
El proceso del cambio… escucho la lluvia en el silencio de la noche, pensando en las posibilidades, en cómo encontrar nuevos caminos, crear nuevas soluciones a problemas viejos, después de todo dicen que el que hace lo mismo una y otra vez buscando resultados distintos peca de necedad o de locura, pero aprendí a escuchar también desde pequeña que más vale malo por conocido que bueno por conocer.
A veces sentimos que en nuestras vidas las cosas permanecen sin cambio alguno, nos llegamos a sentir atrapados en lo que no nos gusta de nosotros mismos o de determinadas circunstancias, nos familiarizamos con las charlas motivacionales sobre los procesos de cambio en todos los medios y las frases de redes sociales sobre lo importante que es cambiar lo que no nos gusta, pero aunque el cambio se anhela también se teme, porque aunque nos cueste admitirlo gran parte de las veces estamos recibiendo algún tipo de beneficio de la situación en la que nos encontramos y de nuestra actual forma de responder ante los acontecimientos, además de que pensamos que al cambiar se irá parte de nosotros mismos.
Me explico: la hija que se empieza a hacer cargo de los hermanos cuando los padres se separan puede sentirse presionada por ejecutar un papel que no le corresponde, pero también recibe a cambio ciertos beneficios de autoridad ante los demás, el progenitor a cargo empieza a depender de ella para resolver y apoyar en las necesidades de la familia, todos inmersos en una situación que les gustaría diferente, pero ante la cual reciben algo; ese padre puede evitar seguir con su vida y elaborar el duelo de su pérdida para reencontrarse con una nueva pareja, después de todo, ya tiene el apoyo que necesita.
Muchas y diversas son las circunstancias a través de las cuales nos encontramos inmersos en situaciones que desearíamos cambiar en la vida y que parecen imposibles, entonces pasado el tiempo la gente dice: “¿Ves que la gente no cambia? Volvió a lo mismo de antes”, es que hay dos tipos de cambio: El cambio de tipo 1 está relacionado con cambiar algunas conductas que nos lleven a estar como estábamos antes de sentirnos mal, nos devuelve a un estado anterior (que eventualmente nos llevará a una nueva crisis, pues no modificamos nuestra forma de responder), el segundo tipo de cambio está relacionado con la posibilidad de tomar esto que pasa para aprender a reaccionar diferente, es una modificación más profunda de la visión a través de la cual nos relacionamos con la vida. Éste es uno de los principales retos a los que nos enfrentamos los profesionales de la salud mental, la gente acude a buscar acompañamiento para sentirse mejor, pero sin que se modifiquen grandemente las cosas tal como las han venido manejando, para que las cosas sean “como eran antes”, ¿quién podría juzgar? Muchos hemos querido un cambio sin cambiar.
Habrá que darse cuenta de que generalmente no es la persona la que está “mal” (si queremos poner un adjetivo calificativo), que lo que impide el cambio es una historia aprendida, una perspectiva errónea, las conductas las que no han funcionado, pues ha empleado la misma respuesta una y otra vez; otra posibilidad es que la persona se ha visto atrapada en una paradoja de la cual no puede salir, algo como: “Te quiero, pero no puedo estar contigo” o “Quiero que mi hijo aprenda a ser independiente” mientras le resolvemos cualquier lío en el que se mete, de forma que el que lo escucha tiene dos mensajes que lo atrapan y le imposibilitan el cambio. Para reflexionar sobre lo que queremos cambiar podríamos preguntarnos: ¿Cómo es que persiste la indeseable situación en la que me encuentro? y ¿qué es preciso hacer para cambiarla?