Por Azu Macías
Adicta al drama… Sea ésta la frase que vino a mi mente como recuerdo de una compañera de secundaria quien me decía que no podía ser feliz con su novio, pues se aburría cuando todo estaba en calma. El drama es como una droga, consúmase en dosis moderadas durante un tiempo prudente y verá usted cómo se hace adicto a sentir la adrenalina de las peleas, los sinsabores, el estrés, la incertidumbre, es como si por dentro usted con ello se sintiera vivo. Es por ello que el drama es tan adictivo, nos hace “sentir”.
Tan acostumbrados estamos a ir por la vida diciendo que estamos “bien” que el reconocimiento de nosotros mismos, de nuestro interior con sus miedos y tempestades nos hace querer poner afuera lo que en realidad tiene que resolverse adentro ¡Qué alejados estamos de nosotros mismos cuando nos vemos inmersos hasta los cachetes en alguno de nuestros dramas! Dígame usted quién tendría tiempo de verse a sí mismo si cree que en cualquier momento ese drama lo dejará sin respiro alguno y lucha con todas sus fuerzas para salir de él.
Lo curioso es, que en ocasiones mientras pasa el tiempo y uno es capaz de mirar en retrospectiva el drama del pasado suele causar algo de gracia (en el mejor de los casos), vergüenza o hasta culpa. Es que, la distancia le permite a uno verse, considerar las cosas desde otra perspectiva, pero parece ser que la experiencia del drama es algo que muchos buscamos para encontrar algún aprendizaje que nos permita estar más enteros.
No me refiero aquí a las circunstancias pesadas que efectivamente existen en la vida y son difíciles como la enfermedad grave, la desolación o abandono, el desempleo con sus correspondientes problemas económicos, la violencia severa en cualquier manifestación o las crisis que suelen venir con la vida y el desarrollo… hablo más bien de las circunstancias en las que parece que todo cursa sin demasiados tapujos y solos nos metemos el pie: tenemos un periodo de comodidad económica y adquirimos una deuda lo suficientemente considerable para volver a tenernos apretados, no sentimos ninguna dificultad en nuestra relación y comenzamos una discusión que nos deja alejados, nuestro amigo dio like a una fotografía de otro a quien no le hablamos y le dejamos de hablar por traicionero: dramas inventados.
Las más de las veces en estas circunstancias no hay cosas verdaderamente graves de qué preocuparse, pero sucede que nos acostumbramos a vivir desconectados de nuestros miedos y los proyectamos provocando que ocurra lo que en realidad tememos o hasta podría decir que deseamos ¿Cómo podría uno desear el drama? Creo que al encontrar el drama tendríamos la confirmación de que en nuestra vida las cosas no pueden ir bien, a esto le llamamos autosabotaje, algunos le conocen como la profecía autocumplida.
Desconozco si en todos los casos vivir tranquilo sea estar en la temida zona de confort, pero me queda claro que no poder vivir tranquilo y buscar siempre el drama también sería una condición que podríamos empezar a reflexionar y en la cual tomemos cartas en el asunto. Vivir tranquilo no parece una condición deseable en nuestro entorno social actual en el que se nos invita a buscar siempre aventura (según veo en las redes sociales), pero parece que para el cuerpo, la mente y nuestras relaciones, es una condición más que necesaria. Empecemos a creer que estar tranquilos también es vivir, a aceptar que podemos ser felices sin tanto drama.
Ideario
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