- Operan de manera discreta y son varios los comerciantes a quienes han amenazado en caso de no pagar y temen por su vida.
Josélo Fuentes Delgado / La Voz de Durango
Comerciantes del Centro Histórico han sido atemorizados por un grupo de prestamistas colombianos, ante la imposibilidad o retraso de pago de los prestamos que ofrecen, los amenazan, agreden y en última instancia “levantan” o secuestran al deudor.
Denuncias hechas a La Voz de Durango, de algunos de ellos advierten que llegan al local y piden hablar con el propietario del lugar, si lo encuentran en ese momento le ofrecen alguna cantidad que requiera que va desde los mil pesos hasta los 10, 30 o 40 mil pesos, pero cobrando 20 pesos diarios a partir del día en que se presta la cantidad.
Ante la urgencia o la necesidad del “cliente” no reparan en el interés que se puede generar al cabo de un mes, pero llegan a convertirse en sumas importantes al paso de los días. Ahí da inicio el acoso en el negocio, en la casa o son seguidos para saber la rutina de la víctima.
José Manuel, uno de los afectados con un local comercial por avenida 20 de Noviembre, declaró que al abordarlo la persona, siempre hombres jóvenes, son muy amables y tienen facilidad de palabra. En todo momento no dejan de hablar por celular con algún contacto para informarle los detalles del acuerdo y datos de la persona que necesitará el dinero.
“La entrega siempre es en efectivo, nunca por transferencia. Aclaran que así deben ser los pagos y nunca atrasarse, de lo contrario habrá consecuencias y en caso de tener la ocurrencia de denunciar puede ser peor porque hay personas que los alertan cuando hay una denuncia. Generalmente es una persona distinta la que acude a cobrar el dinero siempre buscando a la misma persona, nunca se dirige con los empleados”, afirma el quejoso.
Añadió el quejoso que logró zafarse del acoso al liquidar los 10 mil pesos que solicitó, atendiendo siempre las instrucciones de sus “benefactores”, pero algunos conocidos que se atrasaron en los pagos fueron “levantados” de las afueras de su casa y después de un paseo para persuadirlos, los regresaron en malas condiciones y con advertencias muy concretas entre ellas que, en lo futuro, sería su familia quien pagaría por las omisiones.
