Cuiden los teatros y… ¡El Bebeleche!
¿Y quién cuida los teatros?, ¿Que no están a cargo del ICED?, ya desde hace tiempo viene a Durango una compañía de teatro para niños ofreciendo shows con botargas y cuentos infantiles. Esa compañía que cobra las entradas como si estuvieran ofreciendo shows estilo Broadway, y con honestidad les digo, más se asemejan a un espectáculo marginal, se lleva a su tierra miles de pesos y dejan en Durango nomás la renta de los teatros Victoria y Ricardo Castro, recintos que, como salas de cultura, ven desvirtuados sus propósitos.
Cuando José Ramírez Gamero reconstruyó el Teatro Ricardo Castro, llegó a ser considerado por el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) uno de los 10 mejores teatros del país, pero ahora sirve para graduaciones y para que los fotógrafos de bodas hagan su negocio.
Igual ya le está pasando al Centro Cultural y de Convenciones Bicentenario, ya hay más quinceañeras fotografiadas que precisamente convenciones, y aunque el cariz de teatros, museos y Bicentenario sea social, debe imperar el respeto, el cuidado y el orden, que es lo que no hay, porque sus directores no están atentos. Por cierto, estos directores son carísimos para el erario cultural de Durango.
Si mis lectores son agudos y acuden a los teatros a verificar su estado, verán la sillería sucia y rota, los baños sin funcionar, las cortinas cochinas al igual que los estrados y las salas de bienvenida y estar. Son un cochinero, una vergüenza. ¿Y, quién resulta responsable? Igual está pasando con algunos museos propiedad del gobierno del estado, como el Villa que una vez fue Palacio de Zambrano y Poderes en la Reforma, terminó siendo museo por voluntad y capricho de don Jorge Herrera Caldera, célebre exmandatario, cuya gestión ha significado que el porvenir de la entidad haya quedado empeñado. Las pinturas del Museo Villa necesitan atención, ¿que no hay un director ahí? Y para colmo, una obra como El Bebeleche empieza a envejecer en medio de la indolencia de su director. La falta de mantenimiento es notoria, pintura no hay y por si fuera poco, el enorme atrio ahora sirve como tianguis para exhibir automóviles. ¿Hay quién ordene ahí?, ¿hay desdén, no les pagan o qué es lo que está pasando?
Respecto al Museo de la Ciudad ni hablamos, todos sabemos que la presidencia municipal anda de cabeza.